El jueves pasado, la catedral de Santa Bárbara de Arauca estuvo cerrada prácticamente todo el día y las misas fueron suspendidas. En su interior, en vez de feligreses hubo funcionarios de la Fiscalía, del CTI y de Medicina Legal que a lo largo del día participaron en la exhumación de un cadáver sepultado hace 28 años en la iglesia.
Loading ad
Durante más de 4 horas, varios hombres armados con cincel y maceta estuvieron rompiendo la tumba para extraer el cuerpo.
Pero, si bien había funcionarios judiciales, no era una diligencia propiamente judicial, sino más bien eclesiástica. Todos estaban participando en la exhumación de los restos de monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, asesinado por el Eln el 2 de octubre de 1989 y quien será beatificado por el Papa este 8 de septiembre en Villavicencio.
Precisamente, desenterrar el cuerpo es una de las tareas que implica la beatificación de Jaramillo. Por ello, durante algunas semanas, la Diócesis de Arauca realizó trámites con la Fiscalía y Medicina Legal para sacar los restos, sepultados en el ala izquierda de la catedral.
El punto es que no se trataba solo de extraer los restos del inmolado obispo, sino de cumplir con una serie de protocolos solicitados desde la Santa Sede.
Por esta razón, además de los encargados de romper la bóveda, estaban técnicos, antropólogos, fotógrafos, médicos forenses y fiscales. Pero al lado de ellos también había un grupo de sacerdotes, algunos de ellos tomando nota de cada paso. Fueron los notarios del particular hecho.
Según monseñor Jaime Muñoz, obispo de Arauca, para el proceso era vital determinar que sí se trataba del cuerpo del nuevo beato y además era necesario verificar las lesiones que le causaron la muerte.
“Este es un hecho histórico para Colombia y para Medicina Legal, pues no se actuó desde lo técnico-científico, sino que se aplicaron protocolos eclesiásticos”, dijo Carlos Antonio Murillo, delegado de Medicina Legal para la exhumación.
Dura tarea
La jornada arrancó a las 10 a. m., cuando comenzaron a tratar de abrir la tumba en la que en 1989 había sido sepultado el beato.
El proceso se hacía con mucho cuidado, tratando de afectar lo menos posible la tumba y mucho menos los restos. Era claro para los fiscales y los expertos de Medicina Legal que trataban con los despojos de alguien que será beatificado en menos de dos semanas.
Antes de las 2 de la tarde quedó expuesto el cuerpo del obispo. Y los encargados del cincel dieron paso a los forenses, que empezaron a estudiar los restos. Los técnicos de la Fiscalía y de Medicina Legal corroboraron que sí se trataba del religioso.
Según el fiscal Carlos Manuel Silva, lo que se hizo en Arauca con esa exhumación “fue un trabajo interdisciplinario histórico para Colombia”.
Pero extraer el cuerpo fue solo la primera parte, porque también había que obtener lo que la Iglesia denomina las reliquias, que no son otra cosa que algunos pequeños pedazos del cuerpo. Generalmente son minúsculos huesos.
Una de estas reliquias será llevada a Villavicencio para la beatificación.
Y como ahora monseñor Jaramillo será beato, Roma también advirtió que los restos no podían quedar en una tumba sencilla dentro de la catedral, sino que debería adecuárseles un lugar más indicado.
Eso implicó que en el ala derecha del templo se acondicionara una capilla para llevar allí sus restos.
Fue así como, el jueves, los despojos de monseñor Jaramillo fueron puestos en un ataúd de acero inoxidable – asegurado con un sello en cera de la Diócesis–, el cual quedó dentro de otro féretro de madera.
El grupo de sacerdotes que participaron en la exhumación fue el encargado de llevar el féretro hasta su nuevo lugar de descanso.
La capilla todavía no está terminada, y a la nueva tumba todavía le faltan detalles. Pero en la iglesia creen que será sitio obligado de oración para los feligreses.
La jornada terminó solo pasadas las 10 de la noche del jueves.
Sin embargo, las tareas para la beatificación no se quedaron solo en Arauca, sino que en Pamplona, Norte de Santander, un artista local pintó el cuadro oficial de monseñor Jaramillo, otro requisito necesario para la beatificación.
Es un óleo de 2 metros de ancho por 1,20 metros de alto que fue llevado en carro desde Pamplona hasta Villavicencio.
Mientras tanto, en Arauca hay emoción por su beato, un obispo mártir por la intransigencia del Eln que le quitó la vida.