Los cuatro vientos del llano
se han dado cita en el río,
para cantarle al Arauca
que de fiesta se ha vestío.
El uno maneja el cuatro,
el otro capacho fino,
y sobre el hombro del tercero
como una dama de pino,
descansa el arpa que tiene
su sentir comprometido.
El cuarto viento que lleva
la cédula del prestigio,
y carga sobre sus hombros
siete cantares antiguos
prorrumpe con su voz clara
en medio del regocijo.
Un poco más de intención
y acompañamiento de arpa,
se necesita mi amigo
para cantarle al Arauca.
Se necesita mejor
ser familiar de la casa,
darle sentimiento al verso
y sentido a la palabra.
Yo que he nacido en el Llano
bautizado en la nostalgia,
confirmado en la ilusión,
y ordenado en la esperanza,
quiero cantarle al estero
tejerle un verso a la palma,
dialogar con los jejenes,
cantar con la paraulata,
hacerle un corrido al sol
y a la luna una tonada,
pero por falta de tiempo
ya que intenciones no faltan,
voy a cantarle a mi río
como las leyes lo mandan.
Cuando Dios estaba haciendo
las carreteras de agua,
y tenía ya al Amazonas,
al Orinoco y al Cauca,
al Meta y al Putumayo
y al fiero río de la Plata,
se propuso hacer un río
que fuera como la patria
de todos los habitantes
de las regiones del agua.
Le puso un manto de espumas
y cien collares de playas,
una sortija de montes
y una diadema de garzas.
Le dió por ojos un cielo,
por voz una serenata,
por sentimiento una copla,
por guardianes mil barrancas,
de padre le nombró el Llano
de madre le puso el arpa,
y no contento con ésto
le puso por oriflama
una hermosa población
que lleva el nombre de Arauca.