Esta mañana iba conversando con una amiga sobre el caso de Sofía Delgado, y ella indignada me dijo que su asesino estaba enfermo para ser capaz de haber cometido semejante acto contra una niña. Mi reacción fue de indignación absoluta, no contra ella, sino contra esa imagen distorsionada que tenemos al señalar como locos o enfermos a los perpetradores de violencia y les quitamos su responsabilidad sobre sus actos.
Desde hace unos años he venido reflexionando sobre cómo a través del lenguaje, la mayoría de nosotros de manera inconsciente, evitamos reconocer la responsabilidad de los perpetradores y en algunos casos señalamos a las víctimas: “¡Tremendo descuido de los papás con las niñas que las dejan salir solas! ¡Es que los padres no deben descuidar los hijos! ¡Es que las mujeres se quedan con los maltratadores!…” Y nunca mencionamos a los perpetradores, ¿Es casualidad? ¿Es ingenuidad nuestra? ¿Qué es?
Pues bien, como científica social que soy revisé las cifras de violencias cometidas contra los niños, niñas adolescentes, mujeres y hombres; y el común denominador que encontré es que en la enorme mayoría de los casos las violencias son perpetradas por hombres. Entonces, si la mayoría de perpetradores de violencia son hombres, ¿qué estamos haciendo al respecto?
Aquí es en donde saltan voces de hombres y mujeres a decir que no todos los hombres son perpetradores de violencia, y tienen razón, no todos los hombres son perpetradores de violencias, pero hay un elevado número de ellos que sí lo son (repito, revisen los datos oficiales) y esa es una realidad inocultable.
Entonces, tenemos que plantearnos preguntas que nos obliguen a hacer reflexiones más profundas, por ejemplo, ¿Cómo es que como personas, familia y sociedad estamos educando a los hombres que son capaces de perpetrar violencias? ¿Vale la pena perpetuar el modelo de masculinidad hegemónica basada en la dominación?
Y sí, la prevención de las violencias, de todas ellas, debe cambiar de foco, debe centrarse en las causas reales y estructurales, debe dejar de estar centrada en las personas que la padecen (para ellas las acciones de atención oportuna y digna), debe estar centrada en los perpetradores y en los potenciales perpetradores, es decir, en los hombres quienes además tienen la responsabilidad ética de transformar los comportamientos y conductas que no sólo dañan a las personas de su entorno, sino también a ellos mismos.
Gloria Patricia Vergara Sucerquia – Socióloga