El asesinato del periodista Óscar Agudelo, de la emisora Rumba del Café en Armenia, Quindío, pone de manifiesto una vez más los peligros de ejercer el periodismo en Colombia. Su muerte se suma a una larga lista de crímenes contra comunicadores en un país donde informar y denunciar se ha convertido, en muchos casos, en un acto de valentía extrema. Este hecho no solo sacude al gremio, sino que despierta en Meridiano70 una reflexión dolorosa y cercana, pues ya hemos sufrido la pérdida de compañeros como Efraín Varela Noriega y Luis Eduardo Alfonso, cuyos asesinatos, hasta hoy, siguen en la impunidad.
En regiones como Arauca, donde la presencia de grupos armados ilegales y redes de corrupción es un constante recordatorio de los riesgos, el ejercicio del periodismo no solo se enfrenta a amenazas externas, sino también a una presión interna que fuerza a decidir entre informar plenamente o preservar la vida. La memoria de quienes dieron todo por defender la verdad se convierte en un llamado permanente a continuar, aunque las circunstancias nos lleven a elegir con cautela cada palabra y cada historia que contamos.
La autocensura, más que una opción, es una realidad que los medios independientes en territorios como el nuestro enfrentan diariamente. La censura impuesta por el temor, las amenazas o la indiferencia del Estado ha condicionado la manera en que la información llega a las comunidades. En Arauca, relatar un hecho relacionado con la criminalidad o denunciar actos de corrupción puede significar un riesgo que nadie debería tener que asumir para cumplir con el deber de informar.
El caso de Óscar Agudelo deja una marca profunda en nosotros, no solo porque compartimos el mismo propósito de servir a nuestras comunidades, sino porque su muerte es un recordatorio de la fragilidad que enfrentamos quienes elegimos contar lo que otros prefieren ocultar. Aunque no siempre podamos decirlo abiertamente, sabemos lo que significa trabajar bajo la sombra de la incertidumbre, donde cada decisión editorial está cargada de responsabilidad y cuidado.
En un país donde ejercer el periodismo sigue siendo un acto de resistencia, este crimen es un llamado urgente al Estado para proteger a quienes, con valentía, asumen la tarea de dar voz a las comunidades y luchar contra el silencio. Desde Meridiano70, honramos la memoria de quienes han caído y reafirmamos nuestro compromiso con una verdad que, aunque condicionada por el contexto, sigue siendo el motor de nuestro trabajo. Sin justicia, la libertad de prensa seguirá siendo una promesa incompleta, y la democracia, una construcción frágil.