Retratar la existencia y pretender vislumbrar la eternidad a través de la ancestralidad es reconocer los orígenes de nuestra civilización como la base de la actual sociedad, de las formas como nos relacionamos y cómo convivimos para darle sentido a la humanidad y su conexión con la naturaleza y la modernidad, con el desarrollo y mejoramiento de las condiciones de vida, dignificando el carácter de pueblo a todo aquel que hace presencia en alguna parte de cualquier territorio.
Esto no pasa con los pueblos indígenas de muchas partes de Colombia, y en especial en Arauca, donde existe una etnia que justamente quiere decirle a la sociedad, donde se abrieron un espacio, que están allí, y que fueron arrancados de sus orígenes para deambular por este mundo inmenso ni siquiera en busca de un lugar para quedarse, solo avanzando en cualquier dirección en busca de alimentos, de quien los cuide y les permita demostrarles que su presencia en el planeta viene trascendiendo de generación en generación en las mismas condiciones de las que fueron despojados para segregarlos y condenarlos a la pobreza.
Son pobres en todos los aspectos de la subsistencia, pero con una riqueza cultural incalculable, justamente porque es única y sólo les pertenece a ellos. Ese sentido de pertinencia es tan generoso que no tienen temor de compartirlo con todo aquel que manifieste respeto por sus costumbres, por su condición especial de humanos excepcionales que merecen una consideración particular consecuente con las condiciones a las que se les han sometido en el pasado.
Queremos contarles cómo trata de vivir los indígenas de la etnia Wamoné, sobre cómo llegaron a esta parte de los llanos orientales de Colombia, de donde provienen, cómo habitan y se relacionan en comunidad, cuáles son sus costumbres y qué necesitan para dejar de sentirse miserables ante la ignominia de un Estado y una sociedad que es indiferente ante su pobreza y desarraigo.
Cada día, de alguna forma, para lograr algo de su sustento ellos tejen canastos, sombreros, bolsos y artesanías que simultáneamente tejen los puentes que, contra toda adversidad, los sigan conduciendo hacia la inmortalidad, así como hasta ahora los han traído hasta este pedazo de terruño que quieren concebir como hogar.
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