Giovanni Plaza huyó a Colombia para vencer al VIH que lo estaba matando en Venezuela. Tuvo suerte y le regalaron los medicamentos, pero la necesidad obliga a sus compatriotas a comprar medicinas a vendedores informales en el puente que une a ambos países.
Pueden estar vencidos, dañados o ser un placebo. Pero la escasez y la hiperinflación en su tierra empujan a muchos a adquirir cualquier opción que esté al alcance de sus posibilidades. Incluso un fármaco a un precio sospechoso promocionado por un desconocido en el puente internacional Simón Bolívar; difundió LA OPINIÓN.
“Estuve muriéndome prácticamente en Venezuela por no tener una buena alimentación y no tener medicamentos, los antirretrovirales” con los que se trata este virus, cuenta.
Contrajo el VIH hace cinco años. En diciembre, cruzó a la ciudad colombiana de Cúcuta con la esperanza de hallar la droga que mantuviera a raya su condición, empeorada tras contraer un paludismo que tampoco le pudieron atender en la nación petrolera.
Enfermedad y negocio
En el viejo puente Simón Bolívar, una mujer de gorra roja vende 30 pastillas de acetaminofén (analgésicos) a unos 60 centavos de dólar. Veinte tabletas de la misma medicina cuestan unos 3.8 dólares en cualquier farmacia de Bogotá.
Muy cerca le compite José Álvarez, un venezolano radicado hace dos meses en Cúcuta que tiene menos medicinas para vender en su muestrario que oficios desempeñados en su natal ciudad de Valencia, en el norte de Venezuela.
Buzo profesional, diseñador gráfico, instructor de defensa personal y vigilante, este hombre menudo de 39 años comercializa acetaminofén, ibuprofeno y potencializadores sexuales que dice comprar a vendedores mayoristas.
“Es lo que se está vendiendo ahorita y con mayor facilidad”, señala Álvarez, quien se dedicó a esta actividad cerca del puente, por donde pasan a diario unas 35.000 personas.
Los principales compradores vienen del país petrolero. “Hay muchas personas necesitadas que estaban pariendo para comprar una medicina”, sostiene.
Una de ellas es María Acevedo. Madre de tres hijos, esta ama de casa de 26 años recorre con frecuencia los 70 kilómetros que separan a Táchira de Cúcuta para comprar bienes básicos.
“Allá no se consigue ni en las farmacias, y si se consigue el costo es mayor”, cuenta.