Tengo derechos. Incluso el de votar creyendo que no todo está sellado por las encuestas.
Asumo que lo nuestro es Cundinamarca o Cáqueza, no Dinamarca ni Chicago. Probablemente, al igual que usted, disfruto las longanizas, abrazar a todos con los goles de Colombia, bailar salsa hasta el amanecer o flotar sobre el profundo caos de la ciudad y sus confundidos gobernantes tan solo con darles una mirada a las bonitas montañas alrededor.
Aun así, no consigo evitar que me hurgue eso de pagar en impuestos cerca del 50 % sobre cuanto recibo (como en Dinamarca), y que casi de inmediato el Dr. Fulanito se robe parte, bien protegido por escoltas porque él es importante para el país. Más aturde que luego, el magistrado X reciba su porción y con una tutela acerca del trabajo y todos los derechos humanos (como los de Dinamarca) diga que el Dr. Aquel no es peligroso y puede seguir chupando mis impuestos, claro está, mientras en esta historia circular el ministro de Hacienda notifica que hay déficit y vendrá otro ajuste tributario para recaudar más y eliminar privilegios (de los pobres, se comprende). En Francia o Brasil veo arrestar expresidentes; aquí, el magistrado X no confiesa, él ‘colabora con la justicia’, desde la piscina, porque sufre dolor de rodilla dueña también de derechos.
Cosas así explican el aura pesimista, más que nada cuando en época de elecciones los candidatos tiran manotadas de alpiste envenenado para vernos chocar como pichones insaciables. Y eso que, en pura verdad, comparadas con el pasado cercano, las que vienen no parecen la peor charada de la democracia. Solo por ejemplo, en sus correspondientes partidos, Duque resulta algo así como un prócer frente al sombrío Zuluaga; De la Calle es humanista distante de aquel Serpa desvariado que tocó pasar con aceite de ricino durante tres votaciones consecutivas. Los demás, por su parte, acreditan experiencia que faltó en recordados aspirantes anteriores.
Igual que la rodilla del magistrado, tengo derechos. Incluso el de votar creyendo que no todo está sellado por las encuestas. Estas son de costumbre desacertadas, aunque nos las suministren como número principal del circo. Me acuso de candidez. No anuncio mi voto porque a nadie le interesa, pero conjeturo sobre antecedentes que Duque y Petro no lograrán inocular la desazón suficiente y verán deshinchar el globo. Tal vez entre Vargas Lleras y Fajardo esté el ganador en segunda vuelta inevitable.
GONZALO CASTELLANOS
FUENTE: ELTIEMPO.COM