Por el Padre Jhin Martínez.
La muerte es un acontecimiento que, a pesar de su inevitabilidad, no entra en nuestros cálculos. Su venida nos sorprende siempre y nos deja, si somos sinceros, perplejos y enmudecidos.
Yo creo que cuando nos enfrentamos con la muerte es uno de esos momentos en los que el silencio es más elocuente que las palabras. No es improbable que las palabras que pretendemos desgranar para consolar al que se queda o para justificar ese tremendo acontecimiento que es la muerte, suenen a vacío insoportable.
Y mucho más lo es cuando la muerte llega a causa del odio, la mentira y la violencia que se ha apoderado de nuestra tierra, cuando ella sigue tiñendo el tapiz esmeralda de nuestra amada Arauca, que hoy sigue enlutando a familias que lloran la pérdida de sus seres queridos.
Nada justifica la violencia y mucho menos una muerte violenta, la muerte no puede seguir siendo el discurso ideológico para imponerse a la fuerza en un pueblo humilde, laborioso y esperanzado en un mejor futuro, en paz y prospero que implica el progreso de todo el hombre y todos los hombres.
Duele ver las noticias cada día que narran la tragedia de una familia víctima de la violencia, aún más duele ver cómo matamos la esperanza y los sueños de ver crecer a los niños jugando como hermanos, a los jóvenes soñando en la construcción de una sociedad más justa, a nuestros ancianos recoger los frutos de sus esfuerzos; duele ver cómo el odio, la mentira y la ambición se apoderaron de la Paz y la justicia y nos sometieron al miedo y a la desconfianza de uno con otros.
Ha llegado el momento en que todos nos unamos en la oración, que le bajemos a los discursos de odio y polarización, la educación debe convertirnos en mejores personas, capaces de servir con amor y generosidad; llegó el momento que La Paz deje de ser un discurso de moda y se convierta en un estilo de vida, donde juntos nos miremos a los ojos como hermanos y nos reconozcamos como hijos de Dios.
Que cese la violencia, que paren las muertes selectivas para que reine La Paz, la esperanza y la justicia en este inmenso llano que nos abraza a propios y foráneos.
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