No hubo vigilia alrededor del palacio presidencial en Miraflores, en Caracas.
La convocatoria de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello para que sus seguidores les protegieran en una de las noches más delicadas en la historia política del chavismo quedó en una intensa soledad.
Solo los postes de luz que rodeaban el palacio se mantuvieron encendidos y presentes, sin un alma de compañía.
Apenas a unas cuadras al oeste del palacio, en las zonas de Boquerón y El Amparo, en la populosa Catia, se rebelaron de nuevo decenas de personas que salieron a protestar contra el régimen de Maduro, quemando basura y sonando cacerolas, defendiéndose de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana, que irrumpió en la zona con disparos.
La estampa se repitió en la avenida San Martín y en la zona de Capuchinos, también bastante cerca del palacio. Las fuerzas de seguridad, en actitud amenazante, recorrían en moto las calles haciendo disparos al aire, manteniendo a los vecinos contenidos entre el miedo y la inseguridad.
Pero la protesta contra la revolución recorrió la ciudad entera, junto a la anarquía. Especialmente duros fueron los enfrentamientos en la zona de Petare, donde personas armadas también respondían con disparos a los intentos de contención del FAES e incluso se reportó la detonación de dos granadas.
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