Desde el municipio de Fonseca, en La Guajira, donde hasta hoy funcionó la zona veredal de Pondores, el presidente Juan Manuel Santos, miembros del Secretariado de las Farc y representantes de las Naciones Unidas participarán del acto simbólico de extracción de los últimos contenedores con las armas de la guerrilla, evento que cierra un ciclo que empezó el 23 de junio de 2016, cuando el Gobierno y la insurgencia pactaron el cese bilateral del fuego, que se mantuvo hasta hoy y que constituye el cierre definitivo del conflicto armado entre el Estado y las Farc.
La extracción de los contenderos, los últimos que quedaban en tres de las 26 zonas veredales donde la guerrilla se concentró por casi siete meses, implica una serie de cambios que, de alguna manera, significa que empezó la hora cero de la construcción de la paz territorial y la reconciliación. Y en lo práctico supone transformaciones importantes en los territorios donde la guerrilla su ubicó. El más significativo de los cambios es el fin de las zonas veredales, las cuales pasan a ser Espacios de Reincorporación y Capacitación, donde quienes dejaron las armas y los habitantes de la región podrán acceder a la oferta institucional del Estado. (Lea: “Así será la segunda misión de paz de la ONU en Colombia”)
Este cambio de estatus determina que los protocolos que rigieron el cese bilateral del fuego y las hostilidades, que implicaron el despliegue del Mecanismo Tripartito de Monitoreo y Verificación —bajo la coordinación de la ONU— dejarán de regir. Ya las zonas donde se concentraron las unidades guerrilleras no serán espacios vetados para la Fuerza Pública y los observadores de las Naciones Unidas dedicarán su tiempo a observar el buen tránsito a la vida civil de quienes dejaron las armas, así como se enfocarán en hacer seguimiento a la situación de seguridad de las zonas de las que las Farc salieron para concentrarse en los 26 puntos de la geografía nacional.
La infraestructura que se construyó en estos puntos ya no será de uso exclusivo de los integrantes de las Farc, sino que servirá para que los exguerrilleros y los habitantes de la zona se capaciten y echen a andar proyectos productivos que brinden desarrollo comunitario en cada una de las zonas. A cada una de estas regiones empezarán a llegar entidades como la Registraduría, los ministerios de Salud, de Educación y de Agricultura, así como programas del Sena y de cooperativismo. Igualmente, el fin de las zonas veredales implica que los casi 10.000 miembros de las Farc ya no son más insurgentes, sino ciudadanos en uso de sus derechos constitucionales. (Vea: ““No siento nostalgia por dejar las armas”: “Timochenko”)
Y, finalmente, el fin de las zonas veredales marca una nueva era para la Fuerza Pública. Su principal objetivo será garantizar la vida de quienes dejaron las armas y asegurar que las regiones de donde salieron las Farc no sean el caldo de cultivo para nuevas formas criminales. Dos preocupaciones que día a día se vuelven más sentidas. La muestra es el asesinato ayer de un miembro de las Farc y de un familiar de otro exguerrillero, el primero ocurrido en Ituango (Antioquia) y el segundo en Tibú (Norte de Santander). Con estos ya son 17 desmovilizados o familiares asesinados desde noviembre pasado. Un tema que preocupa en el interior de la organización porque, dicen, incentiva las deserciones y rompe con la confianza en el cumplimiento de lo pactado. Con una situación particular, ya las Farc entregaron la totalidad de las armas, un listado de sus bienes y los menores de edad que hacían parte de las filas hoy terminarán de salir de los campamentos. Ahora, sólo falta conocer una cosa: ¿dónde serán los monumentos que se construirán?
Fuente: El Espectador