El 30 de abril del año 2018, la honorable Asamblea Departamental de Arauca, expidió la Ordenanza No. 06, mediante la cual, en palabras textuales, se adoptaba “una política pública para la generación empleo con calidad (SIC), que promueva el acceso al trabajo digno y decente en el departamento de Arauca…”. Mucho agua ha corrido bajo el puente durante los más de cuatro años de vigencia de la mencionada política pública: una pandemia que muy pocos avizoraban; una importante reducción de los recursos de regalías; un gobierno nacional desconectado de las necesidades regionales; y más recientemente un brote inflacionario con afectaciones en todo el mundo.
Más allá de estas realidades, que podrían ser considerados atenuantes, es necesario hacernos la pregunta que da origen a la presente columna de opinión: ¿qué ha pasado con la implementación de la política pública departamental de empleo? Siendo importante considerar que de acuerdo con lo allí consignado, el objetivo era articular a través del presupuesto público, estrategias de “empleo de calidad”, “fortalecimiento del emprendimiento” y “clima de inversión y promoción de la productividad y competitividad territorial”, que impactaran positivamente en las realidades y las cifras del mercado laboral.
La respuesta a la pregunta planteada es clara: ¡no ha pasado nada! El municipio de Arauca, único para el que existen cifras oficiales emitidas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE, lleva varios años liderando el deshonroso podio de los territorios con mayor desempleo del país, con una tasa de desocupación de más del doble del promedio nacional.
Pero tampoco pasa nada en el plano político/administrativo, la honorable Asamblea Departamental, voraz, impertinente y taxativa con otros temas, simplemente ha ignorado los compromisos asumidos en la ya mencionada Ordenanza No. 06: el escrutinio de los proyectos de inversión orientados a la proyección, estimulo y generación efectiva de nuevas fuentes de empleo, la revisión de los informes trimestrales de implementación, y el análisis de impacto de las estrategias priorizadas, todo esto, establecido en el articulado de la mencionada política pública de empleo.
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Lo peor de todo, es que seguirá sin pasar nada, si quienes ostentan representación y tienen la posibilidad de privilegiar decisiones técnicas, siguen tratando el tema del crecimiento económico y la generación de fuentes de trabajo, como un asunto de propuestas propias de una elección escolar. No, señores gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, no toda ejecución del presupuesto público es una solución estructural para las brechas entre la oferta y la demanda laboral; el apoyo a los emprendimiento sin considerar la necesidad de capital para subir en la escalera tecnológica de la producción no pasa de las buenas intenciones; las ideas “revolucionarias” de miradores, parques gastronómicos y zonas de servicios “especializados” no pueden plantearse bajo el afán de los likes, sin considerar los aspectos básicos de los circuitos económicos rurales y urbanos, así como las condiciones del uso del suelo definidos en los planes básicos de ordenamiento territorial.
Únicamente podremos aspirar a crecer como territorio y a desarrollarnos como sociedad, el día que comprendamos que debemos pensar más allá de la inmediatez de los tiempos políticos y de la ceguera propia de los personalismos. Arauca, demanda un debate serio y abierto acerca de sus posibilidades en el corto, mediano y largo plazo, discusión, en la que hay que dejar de lado tanto los halagos exagerados a la herencia y la tradición cultural, política y social, como las perspectivas fatalistas del presente y el futuro. Se requiere, en otras palabras, un dialogo franco, técnicamente sólido y lo suficientemente realista, a partir del cual repensarnos como sociedad en horizontes de 10, 20 y 50 años, asumiendo el compromiso de que esa visión será el derrotero de todos, más allá de quienes accidentalmente terminen ocupando los cargos de elección y representación.
La pregunta es ¿si estamos preparados para asumir el reto de evaluar nuestros aciertos y desaciertos como comunidad? O, si por el contrario, al igual que con la implementación de la política pública de empleo y de otras tantas, seguirá pasando el tiempo sin que ocurra nada que transforme nuestras realidades.
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