Arauca se debate entre la voluntad por dejar atrás la coca y el asedio del Eln.
Lo que por estos días ocurre en Arauca puede ser al mismo tiempo esperanzador y muy preocupante, según la óptica con la que se mire. Por un lado está la manera como este departamento ha logrado erradicar casi por completo los cultivos de coca. Y lo ha conseguido gracias, en buena medida, a proyectos alternativos bien encaminados.
Con el apoyo de la gobernación, se han consolidado en el último tiempo cultivos de maracuyá, plátano y cacao –cuya calidad ya fue reconocida en el Salón del Chocolate de París–, así como la producción de lácteos. Muchas de estas iniciativas tienen como escenario zonas en donde hacían presencia las Farc. Los antiguos miembros de esta guerrilla le han apostado al cultivo de una semilla, el sacha inchi, con muy buenas perspectivas de comercialización en el exterior. Al tiempo se está construyendo infraestructura básica, como vías y subestaciones eléctricas.
El apoyo departamental ha privilegiado los cultivos que permiten tener ingresos a un plazo no muy largo, como sucedía con la coca. Es una política que pretende darles a los campesinos las herramientas para que su producción sea rentable y sostenible. Pero todos estos pasos en la dirección correcta corren el riesgo de perderse por culpa del Eln, coyuntura que alimenta la mirada pesimista.
Como lo relató un reportaje recientemente publicado en este diario, al acabarse los cultivos de coca, esta organización criminal ha sabido cambiar de fuentes de financiación con una rapidez tan asombrosa como lamentable. Recurriendo a su tradicional capacidad para mimetizarse, gracias a la cual puede tejer redes que ejercen intimidación y son fundamentales para sus aspiraciones de acceder también a tajadas del poder político, el Eln extorsiona en Arauca, saca provecho económico del control de corredores ilegales y contrabandea desde gasolina –negocio cuyos réditos pueden alcanzar los mil millones de pesos mensuales– hasta carne y pescado traídos de Venezuela. Ese país, como ya es de dominio público, es su retaguardia ideal. Es muy claro, pues, que un cambio en la patria de Bolívar sería de gran ayuda para desterrar definitivamente el crimen organizado de esta y otras zonas de frontera.
Y es que, en parte debido a esta ventaja, el acecho de esa organización armada amenaza seriamente la posibilidad de que este departamento sea en todo el país referente de sustitución exitosa de cultivos de coca y de construcción de una economía robusta basada en actividades legales.
Para ello, el Estado colombiano tiene que seguir haciendo la tarea. Esto es, redoblar los esfuerzos en la lucha contra el Eln, asumiendo que su modo de actuar obliga a enfrentarlo con estrategias distintas de las que se usan contra otros grupos armados que constan de importantes cantidades de combatientes armados y uniformados permanentemente. Tan significativo como lo anterior es que siga saldando su deuda social con poblaciones olvidadas por décadas. Dar pasos firmes en esta senda permitirá cortarles el oxígeno a esa guerrilla y demás organizaciones criminales y lograr mejoras sensibles en la calidad de vida de la gente, independientemente del desenlace del drama que se vive del otro lado de la línea fronteriza.