Las reiteradas muestras de apoyo del Gobierno italiano a la revuelta de los chalecos amarillos han colmado la paciencia del presidente francés, Emmanuel Macron. Francia llamó este jueves a consultas a su embajador en Roma en respuesta a lo que considera una “injerencia” y una “falta de respeto” que ha creado una situación “sin precedentes desde el fin de la guerra” entre ambos socios fundadores de la Unión Europea.
En el contexto de las elecciones europeas del próximo mayo, tanto el liberal Macron como los líderes populistas italianos plantean la campaña como un choque entre las respectivas visiones de Europa.
El detonante de esta crisis diplomática es la visita a Francia, el martes, de Luigi di Maio, viceprimer ministro italiano y líder del Movimiento 5 Estrellas, a varios representantes de los chalecos amarillos, el movimiento que surgió en noviembre y cuyos sectores más radicales buscan la caída de Macron. Di Maio se reunió con dos figuras del movimiento. Una es Ingrid Levavasseur, integrante de un nuevo partido que quiere presentarse a las europeas. El otro es Christophe Chalençon, que en diciembre dijo que “una guerra civil [en Francia] es inevitable” y que, si el presidente de la República no cedía, “corresponde a los militares entrar en juego”.
“Francia ha sido objetivo, desde hace meses, de acusaciones repetidas, ataques sin fundamento, declaraciones ofensivas que todo el mundo conoce y tiene en mente”, se lee en un comunicado del Quai d’Orsay, sede del Ministerio francés de Exteriores. “Esto no tiene precedentes desde el fin de la guerra. Estar en desacuerdo por algo es una cosa, pero instrumentalizar una relación con fines electorales es algo distinto. Las últimas injerencias constituyen una provocación suplementaria e inaceptable. Violan el respeto debido a la elección democrática, hecha por un pueblo amigo y aliado. Violan el respeto que se deben entre ellos los gobiernos democrática y libremente elegidos”.