Miles de sudaneses seguían este martes congregados, por cuarta jornada consecutiva, ante el cuartel central de las Fuerzas Armadas, en Jartum, tras haber resistido a un intento de las fuerzas de seguridad de expulsarlos con gases lacrimógenos, según testigos.
Gritando “¡Libertad, libertad!”, los manifestantes se mantenían en torno a este gran centro militar en la capital sudanesa, que también sirve de residencia al presidente Omar Al Bashir,Bashir, que dirige el país desde un golpe de Estado en 1989 y cuya renuncia exigen, difundió AFP.
Poco antes, un corresponsal de AFP, quien se encontraba a unos cinco kilómetros del local de la protesta, escuchó numerosos disparos durante unos cuatro minutos.
El ministro de Defensa, el general Awad Ibnouf, había afirmado que las Fuerzas Armadas de Sudán no permitirán que el país “se hunda en el caos”.
El lunes, los manifestantes quisieron convencer a los soldados de que los apoyen en su movimiento contra el gobierno de Al Bashir y a “formar un gobierno de transición”, según un dirigente del grupo que lidera las protestas, Omar al Digeir.
En tanto, en Nueva York, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, formuló el lunes un llamado a evitar la violencia en Sudán.
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Guterres instó al gobierno del presidente Omar al Bashir a “crear un ambiente favorable para una solución a la situación actual y para promover un diálogo inclusivo”.
Desde el sábado, siete manifestantes murieron en Sudán en la dispersión de las protestas contra el gobierno de Omar al Bashir por parte de la policía, que detuvo casi a 2.500 personas, informó el ministro de Interior.
También hubo 15 civiles y 42 miembros de las fuerzas de seguridad heridos.
Desde el inicio de las protestas el 19 de diciembre, el ejército no había intervenido en la represión, llevada a cabo por el poderoso servicio de inteligencia (NISS) y la policía antidisturbios.
Las últimas muertes elevaron el balance a 38 fallecidos desde que estallaron las protestas contra el gobierno de Bashir en diciembre, según los funcionarios.
La organización Human Rights Watch cifra los muertos en 51 personas, incluyendo niños y médicos.